Ocupación

La ocupación se caracteriza comúnmente por realizarse de forma directa y sin mediaciones, y constituye un acto de desobediencia a un entramado legal y administrativo considerado ajeno y contrario a los intereses de los que la llevan a cabo. En los espacios ocupados se produce una confrontación de legitimidades entre los valores de uso concretos activados y la preservación del más abstracto derecho a la propiedad. 

A lo largo de las distintas fases del desarrollo urbano, esta práctica adopta varias modalidades y es llevada a cabo por distintos actores. En Barcelona, en épocas de migraciones campo-ciudad, la ocupación de predios y solares periféricos para la autoconstrucción de viviendas fue su forma predominante. Posteriormente, los fallos del mercado inmobiliario y la administración pública, además de las prácticas de especulación inmobiliaria, resultan en la proliferación de inmuebles vacíos que se convierten en el blanco primordial de la ocupación.

Los movimientos vecinales la utilizaron durante el tardofranquismo y la transición como herramienta en las luchas por equipamientos en los barrios y por el derecho a la vivienda. A partir de mediados de los años 80, jóvenes del movimiento punk y de la cultura Do It Yourself (Hazlo tú mismo) asumieron esta práctica, que con los años se ha hecho extensiva a una variedad de colectivos juveniles y de barrio de carácter mayoritariamente antiautoritario y anticapitalista. En un contexto de dificultad de acceso a la vivienda y de nuevas formas de expresión cultural y política, se ha ido generando una trama heterogénea de centros sociales autogestionados, ateneos populares y viviendas colectivas englobadas popularmente bajo la denominación de «movimiento okupa». Aunque inspiradas inicialmente por sus contrapartes squatter de ciudades del norte de Europa, donde el fenómeno apareció con anterioridad y adquirió notoriedad con grandes okupaciones como la del barrio de Christiania en Copenhague y la de Bonnington Square en Londres, las okupaciones en Barcelona fueron adquiriendo su propio carácter y dinamismo, hasta convertir la ciudad en una de las más activas a nivel europeo en este aspecto.

En los años 90 aparecieron nuevas realidades migratorias, personas «sin papeles» para quienes la ocupación era una de las pocas opciones de acceso a la vivienda y a espacios donde dar cobijo a actividades de autoempleo como la recogida y el reciclaje de materiales. Actualmente, a raíz de la implosión de la burbuja inmobiliaria y el aumento del paro y la precariedad laboral, la «patada en la puerta» es una práctica crecientemente común que se realiza tanto de forma individual como colectiva, a través de organizaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

Lorenzo Vidal-Folch